Con la llegada de la democracia se reunieron un grupo de intelectuales para debatir y proponer cual seria el mejor sistema político que Chile debía seguir, para reorganizar un camino político que se había truncado con el golpe militar de 1973 y que comenzaba a reconfigurarse desde 1988.
En esta ocasión se reunieron en Santiago emblemáticos politólogos, como Giovanni Sartori, Arend Lijphart, Humberto Nogueira, Arturo Valenzuela entre otros connotados cientistas.
A continuación un análisis de lo expuesto en aquella ocasión.
Giovanni Sartori:
El Profesor Sartori comienza su discusión planteando la siguiente pregunta ¿Cuál, a nuestro juicio, puede ser el mejor sistema de gobierno para Chile? Dando un punto importante antes de responder esa pregunta, cual es el real sentido de la estabilidad de los gobiernos (refiriéndose a la duración de ellos), aquí Sartori hace hincapié en que los gobiernos pueden perdurar pero no hacen nada, de modo que la duración es función de inmovilismo. En ese sentido los gobiernos de corta vida pueden ser muy eficaces.
A la vez, desde el punto de vista de la legitimidad, la democracia no tiene alternativa, aun cuando puedan tener un desempeño deficiente son difícil de derrocar, ya que no hay otro camino desde el fin de la guerra fría.
En ese entonces la discusión giraba en torno a que si Chile debía girar hacia un sistema parlamentario, Sartori, admite (no siendo partidario de este sistema) que esta forma de gobierno tiene la fuerza lógica o una importante justificación a su favor, “la norma del juego en cualquiera democracia es el gobierno de la mayoría” con lo que quiere decir que en una democracia los conflictos se resuelven conforme a la regla de la mayoría. Siendo este el caso, un gobierno sólo puede gobernar cuando cuenta con el respaldo de una mayoría en el parlamento. En consecuencia, hay una justificación poderosa para decir que los sistemas que funcionan son parlamentarios, en el sentido que requieren y deben obtener un apoyo mayoritario en el parlamento.
Es en este punto donde cae el gran problema de los sistemas presidenciales y la separación de poderes, “Al presidente se le confiere mucho poder en la Constitución, pero de hecho él puede no tener suficiente adhesión en el parlamento como para sostener ese poder. En el caso de contar con el respaldo de una mayoría en el parlamento, y de ser ésta una mayoría sólida, el presidencialismo funciona”.
Sartori, se pregunta si este es el sistema a formular, y si lo es, cual tipo de parlamentarismo debería tratar de formar Chile. Poniendo dos grupos con ejemplos de sistema parlamentario como los caso de Inglaterra, Quinta República de Francia, la Kanzlerdomokratie alemana. Luego un segundo grupo de países: Suecia, Noruega, Japón y España.
Para crear estos grupos, Sartori, toma como criterio determinante, la efectividad del gobierno, cumpliendo cabalmente la suma de eficiencia-eficacia
La sustancia consiste en ver qué variables afectan el desempeño, de un gobierno eficaz.
-El número de partidos relevantes
-El grado de polarización
-La disciplina partidaria.
Primera variable, el numero de partidos relevantes: Según Sartori la lógica es que cuando hay más de dos partidos relevantes, generalmente se producen gobiernos de coalición; y de ser así, mientras más grande sea la coalición (mientras mayor sea el número de participantes) mayor será el número de disputas.
Segunda variable, el grado de polarización: todo depende de cuán distanciados estén los partidos entre sí. Si están cerca unos de otros, entonces cualquier sistema funciona bien: es una democracia sencilla, no difícil. Cuando el grado de polarización es bajo, el conflicto siempre será susceptible de resolución.
Tercera Variable, disciplina partidaria: esto es muy importante en el caso de América latina según Sartori, los regímenes parlamentarios requieren de disciplina partidaria
En síntesis, el número de partidos relevantes debe ser pequeño, el grado de polarización ha de ser bajo y la disciplina de partido debe ser fuerte.
Luego de enunciar estas variables, Sartori, trata de analizar la idea enunciada por Manuel Antonio Garretón y el ex ministro Francisco Cumplido, de “Presidencialismo parlamentario” haciéndose la pregunta ¿qué tipo de sistema es ése? Dando como respuesta que la relación entre el presidente y el parlamento podría hacerse de facto del tipo parlamentaria, es decir, concebir la idea de que el presidente ceda ante el parlamento.
Arend Lijphart también está en favor de la solución parlamentaria; De hecho, Lijphart aboga por su propia forma o fórmula de parlamentarismo, es decir, la "democracia consensual".
Ahora acercándose aun mas al caso de Chile se refiere a las reformas que deberían llevarse acabo para empezar a moldear el sistema político chileno. Aquí comienza la discusión respecto a las reformas que requiere Chile para comenzar a reorganizar el sistema político nacional.
La primera reforma atañe a la ley electoral. En el momento de la discusión, el sistema electoral para Sartori era inaceptable y de transición, puesto que fabrica al segundo ganador haciéndose la pregunta ¿y luego que? Planteando un sistema no proporcional, pero con segunda vuelta, estableciendo una barrera del cinco por ciento, reconociendo que estas son las barreras para eliminar a los partidos chicos.
Dieciséis años después podemos responderle a Giovanni Sartori su pregunta, ¿y luego que? Y la respuesta seria, el mismo sistema que cuando inicio su discusión respecto al sistema electoral perdura hasta hoy, colocando en el tapete el tema, recién ahora. Con anterioridad se a puesto en la agenda política este tema, pero nunca se a llegado a un acuerdo, ¿habrá que esperar que esta vez sea la excepción?, en forma personal creo que no.
Otra reforma posible que enuncia Sartori es pasar de un presidencialismo a un semipresidencialismo (del tipo francés). El modelo francés representa un riesgo menor para Chile, porque, el clima ha cambiado. Ya casi no existen partidos antisistema; el marxismo murió, y los vientos de la historia se han revertido. De acuerdo a estas premisas, Sartori cree que el modelo francés tiene méritos
Humberto Nogueira:
El Profesor Nogueira comienza su exposición haciendo alusión a puntos planteados por Sartori, y aquí entra a referirse al problema de si la negociación contribuye o no a la eficacia y a la gobernabilidad del sistema político. Tomando en consideración fundamentalmente la experiencia chilena, refiriéndose a esta solo como una hipótesis; que si los mecanismos institucionales hubiesen favorecido la formación de coaliciones de gobierno, y no lo contrario, los partidos políticos de gobierno, así como los de oposición, habrían sido más responsables en su conducta política bajo el imperio de la Constitución de 1925.
En primer lugar: los partidos de gobierno. En la medida que haya mecanismos de colaboración de poderes o de flexibilización del sistema, un partido de gobierno que no apoya realmente al gobierno hace que éste sea derribado, porque la oposición, en definitiva, lo va a hacer caer por un voto de censura si no cuenta con el respaldo parlamentario necesario.
Segunda perspectiva: los partidos de oposición, al no tener ninguna posibilidad de acceder al gobierno, tienden a extremar sus políticas en el sentido de capitalizar el desgaste político del gobierno, incluso con fórmulas poco responsables. Pero si ellos fuesen a asumir el gobierno y tuviesen que implementar políticas en el corto plazo, sus posiciones no serían tan extremas o tan demagógicas, según sea el caso. Por lo tanto, en estas situaciones tenemos actitudes irresponsables de las fuerzas de gobierno y de las fuerzas de oposición.
Aquí el Profesor Nogueira da en el clavo, al mencionar estas palabras ya que esto es lo vivimos y vemos a diario 16 años después de haberlo planteado.
El actuar de la oposición se baza en hacer caer al gobierno como de lugar, usando terminologías como “Desalojo” (en alusión al libro escrito recientemente por Andrés Allamand), pero lo que no esperaba en ese instante el profesor Nogueira era que aparecieran actores relevantes de la oposición como lo es Joaquín Lavin o Pablo Longueira, que ahora se autodenominan como Bacheletistas - aliancistas, este nuevo ente hibrido de la política chilena contradice todo lo planteado en ese entonces por los expositores, o que por el otro lado se empiecen a enarbolar los lavinistas - concertacionistas, desdibuja el orden imperante de oficialismo – oposición.
Será el comienzo de una nueva forma de ver la política o solo será una pirotecnia de los actores para hacer uso de los medios de comunicación en un momento en el que el gobierno no pasa por sus mejor momento, pero bueno, esto es una discusión que se solo podrá develar en el largo plazo, ahora volvamos a lo planteado por el Profesor Nogueira
El profesor Nogueira menciona que el desempeño del sistema político puede mejorar bastante si se logra una descentralización efectiva del poder, vale decir, si no todo el poder se concentra en el gobierno central y se logran gobiernos regionales efectivos. Ello también favorece la despolarización del sistema, pues permite de alguna manera repartir poder, y quienes no alcanzan al gobierno nacional pueden llegar a los gobiernos regionales
Y los gobiernos regionales pueden contribuir, asimismo, a generar líderes de reemplazo a nivel nacional, con experiencia de gobierno y de administración, porque cuando se asume la gestión de gobierno, el esquema ideológico tiende a verse superado por la necesidad de administrar y de hacerlo con eficacia.
Y como último punto el profesor Nogueira discrepa de lo planteado por Sartori. Planteando en primer lugar, que la historia chilena del presente siglo muestra claramente que tiene un sistema multipartidista enraizado histórica y culturalmente; un sistema que no es posible destruir mediante ingeniería puramente electoral. De hecho, con la ley electoral que se aplicó en esta etapa de transición, lo que se intentó fue destruir ese sistema de partidos. Sin embargo, de alguna manera fue incoherente, porque, obviamente, el sistema que se implemento no es mayoritario ni proporcional, según los principios advertidos por el politólogo alemán Dieter Nohlen, vale decir, “El principio de decisión y el de representación. Porque para que realmente fuera mayoritario, el partido con más fuerza debía obtener más del doble de la votación del segundo partido, y eso es prácticamente imposible en una sociedad fraccionada como la chilena.”
Giovanni Sartori:
En respuesta Giovanni Sartori, asevera no estar defendiendo un sistema presidencial, y no tiene dificultades con gran parte de la argumentación expuesta por Humberto Nogueira. Recogiendo algunos aspectos que a continuación expongo.
La noción de coalición en sí no es muy significativa. El problema es si las coaliciones (aquí se refiere a coaliciones de gobierno) son coaliciones cohesivas. Y este es el caso cuando los partidos que están juntos en el gobierno tienen suficiente semejanza ideológica como para llegar a acuerdos, para negociar, y, en consecuencia, para tomar decisiones. Mientras mayor sea la polarización, mayor será la contienda al interior de la coalición y, por tanto, mayor será el inmovilismo de la coalición.
Por otro lado, el sistema de segunda vuelta, en primer lugar, es un sistema muy flexible; hay muchas maneras de organizarlo. Por tanto, de ningún modo destruye el multipartidismo. Pero sí destruye a los partidos "extremos", a los que están tan distanciados de los demás como para que pueda haber transferencias de votos hacia ellos.
Arturo Valenzuela:
El politólogo Arturo Valenzuela aboga por analizar e investigar la interrelación entre el sistema de partidos políticos, y el sistema institucional o constitucional por otro.
Existe un desfase ente el sistema de partidos políticos y el sistema institucional o, para decirlo de otro modo, una falta de congruencia entre las divisiones societales y sus reflexiones políticas y el sistema político de corte presidencial.
¿Por qué? Se pregunta Valenzuela, y responde; por la sencilla razón de que un sistema presidencial, para funcionar coherentemente, requiere de una mayoría para el presidente en el parlamento. Valenzuela recoge lo planteado por Juan Linz respecto al sistema presidencial, este sistema es uno de doble soberanía, donde tanto el presidente como el parlamento reclaman, cada cual, ser el genuino representante de la soberanía nacional. La competencia natural entre los dos poderes sólo se puede aminorar si el Ejecutivo goza de un apoyo mayoritario en el parlamento, o de su partido o de una coalición de partidos afines.
La clave del sistema político chileno es que era virtualmente imposible crear gobiernos de mayoría. Todos los presidentes contemporáneos fueron elegidos por minorías y tenían apoyo minoritario en el parlamento, contribuyendo a exacerbar el conflicto político.
Luego de tocar este punto, Valenzuela retoma lo expuesto por Sartori respecto a los beneficios de la segunda vuelta, a pesar de esto, encuentra una gran debilidad en este sistema, que a la vez se puede transformar en un peligro.
El peligro de la segunda vuelta es que el compromiso político, la alianza temporal que se estructura entre el candidato ganador y los partidos que no llegaron a la segunda vuelta, es una alianza temporal meramente instrumental, sin garantía que se pueda mantener para el futuro. Incluso el sistema de segunda vuelta tiende a sobredimensionar al candidato ganador que se cree presidente por el apoyo mayoritario del país, olvidándose de que el apoyo mayoritario fue en cierta medida artificial. Al sobredimensionar su apoyo político, al interpretarse como depositario de la soberanía nacional, el nuevo presidente tendría mayor tentación para gobernar por sí solo, ignorando a los aliados instrumentales y a las mayorías opositoras en el parlamento. Por lo menos cuando un presidente minoritario, al no existir la segunda vuelta, tiene que ser elegido por el parlamento, mantiene mayor conciencia que su elección es producto de alianzas políticas y que su gestión de gobierno depende de la mantención de aquellas alianzas.
Arend Lijphart:
El cientista político Arend Lijphart, se inclina por un sistema parlamentario puro por sobre los semipresidenciales y los presidenciales, porque como señalara Sartori, el parlamentarismo es más conducente a la moderación. La explicación más sencilla es tomar el caso nacional y decir que Chile es una sociedad dividida que no puede ser fácilmente presionada en forma artificial hacia un esquema bipartidista. Lo normal para Chile sería tener un sistema multipartidista.
También dice que sería más saludable tener un sistema multipartidista moderado que un sistema multipartidista extremo. Considera que un sistema parlamentario es más conducente a la cooperación entre los partidos y a la formación de coaliciones que un sistema presidencial, el cual, en virtud de su propia naturaleza, tiende a ser un sistema en que "el ganador lo obtiene todo".
Ahora haciendo una comparación entre el semipresidencialismo y el presidencialismo Lijphart menciona lo siguiente.
El primero de ellos tiene varias ventajas. La primera es que resuelve el problema de un completo desacuerdo entre el presidente y el poder legislativo, de manera que cuando se produce ese desacuerdo, éste se puede solucionar yendo básicamente a un sistema parlamentario. En vista de que el problema del desacuerdo es una de las grandes dificultades del presidencialismo.
La otra razón por la cual esta a favor del sistema semipresidencialista, como segunda opción, es porque puede servir como fase de transición para acostumbrar a las personas, que aún no están habituadas a los procedimientos parlamentarios y a los juegos parlamentarios.